Toma tu camilla

6014.jpgToma tu camilla
Echa andar, pero no te separes de ella.
No la abandones en un rincón entre tantas otras cosas
que acumulas y olvidas.

Es la prueba y el recuerdo de lo que he hecho en ti,
pero también el instrumento necesario
para recoger a tantos paralíticos que esperan por el camino
una vida capaz de recogerles y llevarlos ante Mí.

Yo te prometo el valor suficiente para no desanimarte,
y la fuerza para cargar con ella,
cargada de infidelidades, egoísmos, errores y algún éxito;
todo ello bajo el amarillento maquillaje del pasado.

¿Acaso no lo ves? Los médicos son sanos que fueron enfermos,
y los pecadores, santos que aceptaron curarse.
Abre tus oídos y escucha tantas historias
que tiempo atrás pudieron ser las tuyas,
y ahora son la tierra donde debes mostrar
que nada es imposible para Mí.


«Levántate, toma tu camilla y echa a andar» (Jn 5, 8) es una invitación a usar el propio pasado como pista de despegue propia y de otros; a no avergonzarse de lo que fuimos, sino de lo que Dios ha sido capaz de hacer con nosotros después; a amar nuestras cicatrices, porque solo gracias a ellas podemos amar mejor a los que encontramos hoy. Sin instalarse en ellas, pero sin olvidarse de que fue allí donde encontramos a Dios cómo y cuando lo necesitábamos. 

¿Cómo miraríamos nuestro pasado, nuestras camillas, si reconociésemos en ellas una historia de salvación para ser compartida?

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